sábado, 14 de agosto de 2010

EL DISCERNIMIENTO

"Feliz es el hombre que ha hallado sabiduría, y el hombre que consigue discernimiento, porque el tenerla como ganancia es mejor que tener la plata como ganancia; y el tenerla como producto, que el oro mismo. Es más preciosa que los corales, y todos tus otros deleites no pueden ser igualados a ella. Largura de días está en su diestra; en su siniestra hay riquezas y gloria."

Proverbios 3:13-16

A lo largo del Camino es imprescindible que utilicemos la facultad del Discernimiento. Ésta nos es necesaria a fin de que podamos distinguir sabiamente entre lo real y lo ilusorio, lo útil y lo inútil, lo verdadero y lo falso, lo justo y lo injusto.

El Discernimiento debe practicarse en todo momento y a toda hora a lo largo del Camino, y en cada etapa de este. Porque el Discernimiento nos permite distinguir los escollos, las trampas y los óbices. Con el Discernimiento se logran encontrar las cosas dignas de ser alcanzadas; los bienes mayores, reales y perdurables.

El Discernimiento nos permite distinguir, por sobre todo, el Plan Divino que hemos de asumir pasivamente; nos permite dilucidar cuál es el papel que hemos de jugar en el Camino; nos permite entender que Todos somos Uno y que hemos de cumplir con lo que el Uno quiere para todos, porque somos parte de Él, somos parte del Uno, somos parte del Todo.


 
La mente quieta es indispensable para adquirir la facultad del Discernimiento. Con la quietud, con la paz en nuestra mente, nos llega la reflexión y con ésta, nos llega el Discernimiento. Reflexionar es analizar. Analizar es saber distinguir. Al distinguir tomamos una elección.

Durante el trayecto, el Camino se va abriendo, siempre en dos. No más. La dualidad está presente y sólo rara vez habrá más de dos opciones. Por regla general serán dos: lo que llamamos “bueno” y lo que llamamos “malo”. El Caminante habrá de tener la suficiente Voluntad, la necesaria Inteligencia y la indispensable Fuerza para saber elegir. Sólo de ésta forma habrá de hacer una elección sabia y habrá utilizado el Discernimiento.

No obstante, el análisis nos refleja que a pesar de dicha dualidad, existen aristas y vericuetos alrededor de las opciones. El Discernimiento nos permite distinguir también entre lo más justo y lo menos justo, lo más útil y lo menos útil, lo más verdadero y lo menos verdadero. El masón no puede pensar sólo en absolutos. El masón debe utilizar la mente quieta para distinguir los absolutos y sus aristas.

El Discernimiento no es simple. No puede, ni debe usarse con la simplicidad de ver lo bueno y lo malo. Un niño conoce ésta diferencia. El Discernimiento va más allá de términos como lo bueno y lo malo, y debe adentrarse en territorio no sólo del individuo, sino de éste ante su comunidad. El Discernimiento, así, nos permite distinguir entre lo egoísta y lo altruista. Lo que es útil, justo y verdadero para los demás y lo que es útil, justo y verdadero para nosotros mismos, para el Ego.

El Hombre que antepone su Yo, el Hombre que sigue el espíritu, el que sigue la Voz de su Conciencia, sabe utilizar el Discernimiento para provecho de su Yo Interior y para beneficio de los demás.

Pero no basta utilizar el Discernimiento en el Camino. El Caminante habrá de purificar su mente, su cuerpo y su espíritu. Sólo de ésta forma sus decisiones también habrán de ser puras. Habrá de preservar su mente de malos pensamientos e ideas retorcidas, alejarse de compañías que lo desvíen del Camino, hacer a un lado vibraciones nocivas como la ira, la venganza y el miedo, o el odio; utilizar el saber, ser él mismo y, muy especialmente, dominar su Ego y sus instintos y pasiones mundanas.

Ante todo, en el Camino se ha de ver transformado nuestro Yo. El estado mental del Ego debe transformarse en preocupación por la humanidad y por las varias humanidades. Si el Saber es la llave de la Verdad, el Discernimiento es la llave de la Conciencia Espiritual.

El Discernimiento es personal. Es individual. El hombre no debe permitir que el Discernimiento de los demás influya en sus propias decisiones. Todo lo que se diga puede no ser cierto. El hombre debe permitir que el Desarrollo de su Conciencia Espiritual caiga sobre sus hombros y los de nadie más. Por ello, no es lícito ni conveniente entremeterse en la vida de los demás; no es bueno ni verdadero entrometerse en el desarrollo individual del prójimo. Solo el individuo puede saber qué es lo que ocurre en su interior, en su Yo Interno. Intervenir en los asuntos ajenos es soberbia, es vanidad. Además, es traición, traición a sí mismo y a la confianza que nos depositan los demás. Por ello, el Discernimiento sólo podemos utilizarlos nosotros mismos.

El Discernimiento nos permite no errar a la ventura, nos permite no andar errantes en el Camino, sino al contrario: caminar a paso seguro y firme a través de los avatares del Viaje. El Discernimiento es Luz, la Luz que ilumina las sombras que oscurecen a nuestra Conciencia y depauperan nuestro ánimo para seguir por el Camino.

viernes, 6 de agosto de 2010

LO SAGRADO Y LO PROFANO

“Cuando lo sagrado está en todas partes,
ya no hay nada sagrado en ningún lugar”
-Henry de Lubac


Al Hombre le gusta levantar muros. Tiene miedo de que los demás penetren en su YO interior –algo por lo demás, si no imposible, sí difícil–, y levanta barreras a su alrededor, para protegerse. O para separarse de lo que considera, puede contaminarle. El ser humano fomenta su propia división. Divide y sacraliza. Divide y profaniza. Es el ego el que habla por él. Si el Hombre tomara plena conciencia de su papel en el Universo, si aceptara seguir el Plan Divino, si hiciera a un lado la belleza y la fealdad, si, en resumen, tomara su propio Camino, el que fuera, con seriedad, con entrega, con naturalidad, no cabrían en él los divisionismos superfluos. No existirían los conceptos de lo Sagrado y lo Profano.


Lo Sagrado es todo aquello que asociamos a lo divino. Por lo mismo, lo Profano es todo aquello que está fuera del ámbito de lo divino. Todo lo que es humano, todo lo que es artificial, todo lo que es mecánico, o material, es Profano. Y lo Profano está contaminado porque no ha sido tocado por el Creador.

El Hombre cae en sus propias contradicciones: si él es la Obra máxima de la Creación, ¿cómo puede ser algo Profano? Si no lo es, ¿cómo pretende ser algo Sagrado? Para solventar éste problema, el Hombre creó los ritos, las ceremonias, las liturgias. A través de ellas, invoca a su Dios, o a sus dioses, o a los demiurgos, o a quien considere adecuado, y sacraliza el objeto, el lugar, o a sí mismo. Todo ello no hace sino complicar lo sencillo, lo que es natural, especialmente a sí mismo y a sus semejantes.

Sacralizar algo o a alguien, es un acto egoísta, porque el sacralizador siempre creerá ser mejor que el que recibe la sacralización y, a la larga, éste último también se creerá dotado de poderes especiales, de honores, de gloria o de talentos extraordinarios. El Iniciado, muy frecuentemente, se cree una entidad superior a sus semejantes, los profanos (que quede claro que no sólo me refiero a lo que ocurre en Masonería, sino en toda otra Orden Iniciática, pues en todos lados se “cuecen habas”).

Es curioso, a la vez que significativo, que los mismos seres humanos no acaben de ponerse de acuerdo con la visión parcial y subjetiva de estas dos vertientes. Lo que es sagrado para unos, es profano para otros y viceversa. Al no existir una opinión universal, entonces todo es sagrado y todo es profano.

Dios no es restrictivo. Dios no crea leyes que determinen lo uno ni lo otro. Ello supone una tarea de los Hombres. Son los Hombres quienes definimos y decidimos lo que hemos de sacralizar y lo que no. el ser humano sólo muestra sus neurosis creando ritos, misterios y trivialidades de las que no está seguro, ni puede estarlo, si le agradan o no a su Dios.

En la búsqueda de la Verdad, el hombre nutre y alimenta el sendero que él mismo ha creado, sacralizando y profanizándolo todo a su paso. Es una simple, pero intrincada división imaginaria que, más tarde o más temprano, crea confusión, crea desorden, sume en el caos a todas las humanidades. Para alcanzar a Dios, para alcanzar el estado de armonía, el camino más fácil es el camino correcto. Hay varios caminos, pero sólo el camino natural nos conduce sin vericuetos ni laberintos, a donde queremos llegar. Éste Camino no es sagrado, ni es profano. Es natural, es simple y sencillo. El Camino correcto no admite divisiones: es el camino ideal, tan sagrado como profano pueda ser.

Muchos ríos de tinta han corrido, multitud de árboles han sido talados para hacer el papel con el que se han escrito libros sobre el tema de lo Sagrado y lo Profano. Los científicos, los eruditos, sociólogos, antropólogos, teólogos, han estudiado este asunto, sin dejar más en concreto que la necesidad sicológica y sociológica del Hombre acerca de lo Sagrado y lo Profano. El pensamiento místico es ilógico, por ser extenso. El pensamiento religioso es ilógico, pero es cerrado, dogmático.

Lo Sagrado y lo Profano provienen de la mente dogmática, religiosa, separatista. No son producto de una mente mística, porque lo místico también es poético, sensible. Y en lo sensible no caben las divisiones, los antagonismos, las fragmentaciones.

Tal vez haya llegado el momento de derrumbar el antiguo muro que separa lo Sagrado de lo Profano. Y que a partir de ahora, todo sea Sagrado: Cielo y Tierra, porque todo lo hizo Dios.